Territorios polvorín e historias manifiestas

«(…) Es radicalmente imposible conferir una ventaja particular a algunos individuos que constituyen la comunidad sin infligir un daño superior a la comunidad entera»

F. Bastiat

  «Se oirán las voces de los generales sindicando a las ZRC de Repúblicas Independientes y los gritos de los dirigentes  gremiales acusándolas de violar el sagrado recinto de la  propiedad  privada y de atentar contra la libertad de mercado(…)»

Alfredo Molano

 ImagenLas Zonas de Reserva Campesina(ZRC) comenzaron a estar en el centro de discusión luego de que las FARC las propusieran dentro del primer punto de la agenda de negociaciones en La Habana y tomaron fuerza cuando se convirtieron en una súplica común entre los manifestantes de los distintos paros que se dieron a lo largo del país en los últimos días. Sin embargo esta figura no es nueva. Desde 1994, campesinos, políticos y académicos han defendido estas zonas con ahínco, pues hacen parte de un modelo de desarrollo esencial para lograr el impulso del sector agrícola, tan olvidado por el gobierno. Pero el problema de estas zonas no es el modelo que profesan- pues yo también estoy de acuerdo con muchos de sus componentes- sino sus características de zonas independientes y auto sostenibles aplicadas en un momento donde existen todavía intereses por parte de los mismos guerrilleros y otros sectores ilegales para recuperar el espacio político-económico que perdieron años atrás; y donde el Estado sigue sin tener control ni la soberanía sobre el territorio. La historia de Colombia nos ha enseñado que cuando existen áreas independientes en un Estado débil, se facilita la creación de enclaves para el nacimiento y fortalecimiento de grupos subversivos, como las FARC, y con ellos  la concentración de la violencia y la estigmatización de la población.

Durante le época de La Violencia, las acciones conjuntas entre los grupos revolucionarios comunistas y algunos hacendados que se encontraban afectados por el conflicto- y   en ocasiones a través de armisticios concedidos por el gobierno central- lograron la desmilitarización de ciertas zonas estratégicas en los departamentos del Tolima y Cun dinamarca, así como en la región de Sumpaz. Este es el caso de Viotá, el Chaparral, Rioblanco, el Pato y Marquetalia, territorios en donde la poca presencia del Estado propició no solo  la conformación de organizaciones campesinas con aires de independencia administrativa, sino también resguardos y centros de fortalecimiento para el Partido Comunista, quien  pudo ampliar su participación político-social en dichas regiones y formar sus futuros líderes guerrilleros. Tuvieron que pasar años para que los gobiernos de Alberto Lleras y Guillermo León Valencia dimensionaran la situación de estas zonas que se habían convertido en “Repúblicas Independientes” (Pizarro, p. 150), y decidieran lanzar sobre ellas una gran ofensiva militar, que asfixiaría a dichas poblaciones y desencadenaría el inicio a una nueva etapa en el conflicto colombiano, pues dicha invasión animó la conformación de grupos guerrilleros más organizados, más beligerantes  y con mayores motivos para su lucha armadas, como es el caso de las FARC.

Imagen

En el año 2000 el ciclo de la historia azotó a la región del Caguán, cuando el presidente Pastrana otorgó a las FARC una zona de distención de 42.000 km con el objeto de adelantar un proceso de paz y acabar así con el conflicto armado. Como sabemos dicha medida fue un total fracaso para el Estado, pues lo único que logró fue propiciar un nuevo campo de batalla, donde la furia del fracaso estatal se enfrentó con un enemigo fortalecido, generando más dolor y desesperanza en el país. El Caguán, se convirtió en lo que otrora fue Marquetalia, El Pato o Viotá.
 
Actualmente las ZRC que existen en el país están en Calamar (Guaviare), Cabrera (Cundinamarca), El Pato (Caquetá), el sur de Bolívar (Bolívar), el valle del Río Cimitarra (Antioquia y Bolívar) y en el alto Cuembí y Comandante (Putumayo), zonas donde la cotidianidad ha estado siempre empapada de ilegalidad, violencia y olvido. Por eso defiendo la idea de que el modelo cooperativista que consagran las ZRC es una vía alterna para la solución del problema agrario que vive hoy el país, pero solo sí se desliga del panorama político, económico,  social e histórico de Colombia. Las FARC piden actualmente dichas zonas como condición para la firma de la paz y esto debe ser motivo de inquietud para todos, y muy especialmente para el gobierno de Santos. ¿Está el Estado colombiano preparado para convivir con este tipo de regiones, conociendo las experiencias del pasado? ¿Están los distintos grupos sociales preparados para implementar nuevas zonas de reserva campesina?
 
Es posible lograr el  empoderamiento de nuestros campesinos a través de modelos cooperativistas como las ZRC, pero creo que todavía no es el momento para ello. Falta construir más camino y fortalecer el Estado para poder aplicar estos modelos sin el temor a que los enemigos del pasado, entre ellos las FARC, aparezcan de nuevo y evaporen nuestras esperanzas. Es tiempo de continuar nuestra historia, sin repeticiones dolorosas.